Myra Vasquez runs GeLATINX out of her home where she makes elaborate, custom-made gelatinas.

POR CYNTHIA REBOLLEDO 

POR CYNTHIA REBOLLEDO 

Publicado originalmente  el 21 de julio de 2020

Sábado, 8 a.m. Boyle Heights.

Myra Vásquez está parada, enmascarada, en el porche de su casa estilo Craftsman de 113 años de antigüedad. Adherida a las directrices de distanciamiento físico, para asegurar el bienestar de todos, se prepara para las docenas de clientes que se presentarán en las próximas horas para recoger una de sus gelatinas tan elaboradas, que hacen los ojos saltar.

Ah, la gelatina. Adorada por personas en ambos lados de la frontera de México con Estados Unidos, ese postre tembloroso y sedoso tiene presencia obligada en cumpleaños, bodas y graduaciones. Pero hasta sus devotos a veces la ven de la misma manera que como mucha gente considera la llamada “ensalada Jell-O”: es buena, cuando hace falta algo, pero no mucho mejor que eso. Las gelatinas producidas en cantidades masivas que se encuentran en supermercados como Northgate González y Vallarta parecen apoyar esa teoría. Mientras otros postres – los pasteles mexicanos inspirados en personajes, el pan dulce y los bizcochitos (galletitas de canela y anís) – han sido transformados en años recientes, la mayoría de los reposteros Latinx ha ignorado la gelatina. Vásquez quiere alterar eso.

Mediante su negocio casero GeLATINX, la panadera autodidacta de 45 años de edad ha reimaginado este arte, combinando así ingredientes mexicanos tradicionales con técnicas modernas y un paladar multicultural.

Esta gelatina creada por Myra Vásquez está rellena con Gansito.
Foto de Cynthia Rebolledo para LAist.

Los sabores incluyen café de olla, Gansito (el equivalente mexicano a un Twinkie de chocolate) y guayaba con cheesecake. Con frecuencia, Vásquez pone encima de sus creaciones imágenes gráficas creadas a la medida (por su esposo, Nico Avina) de iconos Latinx como Selena y Juan Gabriel.

“Myra creó una gelatina que capturó la esencia de Selena”, dice Xochitl Palomera, que encargó una para una celebración de fin de año en su oficina. “No es que solo se viera bonita, el sabor fue sorprendente: uva y lechera”.

Los comentarios y alabanzas que inundan la cuenta de Instagram de GeLATINX sugieren que Vásquez no solo satisface el deseo de algo dulce, sino que está sacándole provecho a un sentimiento profundo de nostalgia.

“He tenido clientes que me dicen, “Ay, dios. Me acuerdo de cuando mi abuela las hacía en el verano. Entrábamos en la casa y abuelita tenía gelatinas para nosotros”, dice Vásquez.

Ocupada madre de dos niños, Vásquez es codueña de Espacio 1839, una tienda en Boyle Heights que resalta a los artistas locales y le da a la gente de color una plataforma en este vecindario que está siendo gentrificado. Anteriormente Vásquez fue dueña de un espacio similar, Teocintli, que organizaba talleres de palabra hablada, escritura creativa y teatro.

“Nuestra prioridad es que cualquier dinero que venga de Espacio que se quede en ese lugar para que podamos mantener abiertas las puertas a la comunidad”, dice Vásquez.

Para proveer esos servicios, Vásquez siempre ha tenido que encontrar otras formas de proveerle a su familia. “Yo fui educadora de niños pequeños por 18 años y tuve un centro de cuidado licenciado en mi hogar”, dice ella. Hace dos años, decidió cerrar el negocio para concentrarse en su salud. 

La dulce y picante gelatina de Mango Chamoy viene bañada en Chamoy, una botella pequeña de Tajín y dulce de tamarindo. Foto de Chava Sanchez/LAist

No dada a quedarse quieta por mucho tiempo, Vásquez se inspiró en su Tía Chela para comenzar a hacer – y eventualmente vender – las gelatinas.

“Quien me conoce, sabe que me gusta cocinar. Siempre he creado panes dulces, pasteles, flanes y cosas como esas para las fiestas de cumpleaños de mis chicos y para reuniones familiares, pero nunca pensé en ponerlas a la disposición general”, dice ella.

Cuando el coronavirus le puso un alto al día a día familiar, GeLATINX se convirtió en la única fuente de ingreso para Vásquez y su familia.

A pesar de la cuarentena, la gente siempre tiene que comer, dice Vásquez, todavía tienen que celebrar sus momentos especiales – cumpleaños, aniversarios, la boda ocasional, reducida ahora por el coronavirus. Afortunadamente, ha logrado mantenerse a flote.

Haciendo lo posible para sobrevivir, Vásquez comenzó a crear mascarillas con la ayuda de su esposo y de su suegra.

“Nos estamos manteniendo. No hemos abierto [Espacio] por casi cuatro meses y es difícil, pero estamos haciendo lo mejor que podemos. Tenemos la tienda en línea y eso nos está ayudando”, dice Vásquez.

También tiene a su comunidad. Espacio se ha convertido en un centro cultural y eso no quedo nunca más claro que cuando la poeta Yesika Salgado pagó en abril un mes de alquiler del lugar. 

“Es nuestra misma comunidad la que nos está sosteniendo. Sin ella no somos nada”, dice Vásquez. “Yesika nos dijo que su donativo era en nombre de todos los artistas que hemos apoyado. Lloré por una semana”.

La mayoría de los moldes para gelatina de Vásquez – en la actualidad posee 52 de ellos– son antiguos o vienen de mercados en México, donde consigue muchos de sus ingredientes. Conseguirlos es parte de la diversión, aunque ella dice que no lo ha hecho en meses.

“Simplemente pienso en qué te va a hacer agua la boca”, dice Vásquez. “¿Qué te va a hacer pensar, ‘Ay dios mío. Yo quiero un pedazo de eso’?”

Vásquez incorpora fruta fresca, texturas cremosas y sabores como “red velvet” y mango chamoy a sus gelatinas. Usted podría encontrar una capa de mazapán o de chocoflán en uno de sus postres.

Pero con el acaparamiento y las compras en pánico que se vieron al principio de la pandemia, Vásquez, como muchos otros, luchó para conseguir los ingredientes esenciales.

Una gelatina de GeLATINX. Foto de Cynthia Rebolledo para LAist

“Al principio, cuando comenzó el COVID, no había nada en los mercados. Tuve que cancelar órdenes”, dice ella. “Ahora tengo un menú limitado, hay ciertos sabores que no puedo ofrecer porque no puedo estar corriendo al mercado cada vez. Trato de no exponerme porque tengo chicos y a una persona de la tercera edad que vive conmigo”.

Completamente autodidacta, Vásquez ha desarrollado sus propias técnicas para lo que ella llama “gelatinarte”. Es un proceso que exige paciencia, precisión, práctica y una tolerancia saludable para el fallo.

Una gelatina de frutas clásica decorada con mango, coco, uvas y fresas.
Foto de Chava Sánchez/LAist

“Hacer gelatinas puede ser estresante porque uno no sabe cómo están saliendo hasta que uno le da vuelta al molde. Pueden tomar entre seis a ocho horas porque tienen que quedarse quietas por un tiempo, especialmente si estoy creando capas”, dice Vásquez. Dado que las vende por entre $18 y $35 cada una, son una ganga.

Desde que lanzó GeLATINX en septiembre de 2019, Vásquez ha visto un crecimiento constante, especialmente en los últimos meses. Ahora hace entre 15 y 20 gelatinas a la semana.

“Mis clientes no quieren salir a lugares públicos y no quieren pararse en una fila. [El COVID-19] me ha ayudado”, dice Vásquez.

Sus ofertas más populares son el mosaico de tres leches, un trío cremoso en rojo, verde y blanco, y la clásica fresa. Al momento ella usa gelatina en polvo, hecha de colágeno, para sus postres pero está explorando algunas opciones veganas.

Una gelatina de fresa de GeLATINX. Foto de Cynthia Rebolledo para LAist

En una mañana de sábado en marzo, sus primeros clientes fueron una pareja joven que quería algo especial para un cumpleaños. Antes de colocar la gelatina en la cajuela de su autor, Vásquez abrió una caja para pasteles color rosado para revelar una gelatina grande roja y amarilla con el dulce y chiloso mango chamoy corriéndole por las orillas. Sus rostros se iluminaron cuando vieron el postre. Les siguió por una niña joven que recogió una gelatina de café de olla para el cumpleaños de su madre. Entonces, un señor mayor llegó y se llevó una de frutas con agua de coco.

En el transcurso de las siguientes dos horas, Vásquez vendió ocho de sus gelatinas, en la mayoría de los casos a clientes que solo la conocían de su cuenta de Instagram. Las fotos de sus creaciones amorosamente esculpidas han sido lo suficientemente seductoras como para sacar a la gente de su malestar en cuarentena.

“La recompensa es ver cómo mis gelatinas son etiquetadas en las redes sociales, a la gente disfrutándolas en sus fiestas íntimas, la reacción en los rostros de los niños cuando las ven por primera vez”, dice Vásquez. “Siento que esos momentos son la mejor compensación en estos tiempos difíciles”.

Las gelatinas son hechas a la medida y decoradas de manera elaborada.
Foto de Cháva Sanchez/LAist

Este reporte ha sido traducido por Boyle Heights Beat y publicado con permiso de Southern California Public Radio. © 2020 Southern California Public Radio. Todos los derechos reservados.


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