Hace cincuenta años, Boyle Heights albergaba a una numerosa comunidad japonesa, con restaurantes, estudios de artes marciales y tiendas dedicadas al gusto y las preferencias de dicha comunidad. Hoy día el 94% de los residentes del vecindario es latino, y solo quedan algunos vestigios de su pasado japonés. Uno de los lugares famosos que todavía sobreviven, y el único restaurante japonés del vecindario, es “Otomosian”, fundado en 1956.
Los miembros de la familia Seto fueron sus primeros propietarios, que lo llamaron “Otomi Café”. Los actuales propietarios, Yayoi Watanabe y Yulcishige Hamada, compraron el restaurante y las recetas en el año 2005, luego de que muriera su segundo dueño. Watanabe señala que deseaba mantener vivo el vínculo de la cultura japonesa con Boyle Heights. “Me pareció que era importante ofrecer un restaurante japonés en esta zona”, dice.
Al entrar al restaurante, lo primero que llama la atención es su reducido tamaño. Un sábado de tarde en junio, el restaurante está repleto, con 17 clientes que llenan las cuatro mesas y los cinco taburetes de la barra. “Es un lugar muy acogedor en Boyle Heights”, dice Mark Crues, cliente del restaurante.
Watanabe señala que su negocio pudo hacer frente a la reciente crisis económica debido a que la mayoría de sus clientes visitan el restaurante con frecuencia, y gran parte de su clientela los acompaña desde hace varias décadas. “Creo que en el futuro, cuando las personas mayores ya no estén con nosotros, las cosas cambiarán”, dijo.
Las personas de ascendencia japonesa o china, que generalmente son estadounidenses de segunda o tercera generación, representan aproximadamente el 20% de su clientela. El 50% de sus clientes es latino y el resto son personas de raza blanca o afroamericanos.
Muchos clientes creen que los copropietarios son un matrimonio, pero en realidad son solo muy buenos amigos. Los dos nacieron y se criaron en Japón. El inglés es su segundo idioma, aunque se comunican con sus clientes principalmente en inglés.
Ambos comparten las tareas del restaurante: Watanabe se encarga de la limpieza, toma los pedidos y sirve las mesas, y Hamada cocina. Mientras prepara su famoso tempura, Hamada no quita los ojos de la comida, mezclando los diferentes ingredientes con palitos chinos. Con una expresión muy seria, mueve las manos lo más rápido posible para asegurarse de que la comida no se sobre cocine.
“Los propietarios realmente ponen su alma en este restaurante”, comenta Evan Shintan, un cliente.
Watanabe trae la comida. El arroz se sirve en un cuenco blanco, el pollo en una fuente plana grande y está cubierto con salsa teriyaki. El tempura se sirve en una fuente mediana por separado. Este plato también incluye una pequeña ensalada como acompañamiento.
Su entorno acogedor hace que los clientes continúen visitando este local. “Uno siente como que está en la cocina de alguien. Es muy hogareño”, dice Bianca, una cliente que solo usó su nombre de pila.
Otra cliente, que se identificó solamente como June, dijo, “El sabor de la comida me recuerda a los platos que hacía mi mamá, que lamentablemente desde que falleció ya no puedo disfrutar”.