Creative Commons/ Flickr user jazza123456
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Hoy día, subir a un autobús repleto de gente es como entrar en una biblioteca. Reina un silencio sepulcral. Nadie habla con nadie. Todos están mirando el teléfono que llevan en las manos o escuchan música en los audífonos. Antes algún pasajero podía iniciar una conversación con la persona en el asiento de al lado, pero ahora todo el mundo parece estar inmerso en su propio mundo.

A medida que la tecnología cambia a un ritmo muy veloz, nos estamos convirtiendo en una generación de personas continuamente dependientes de nuestros teléfonos, tabletas y computadoras. Los adolescentes de hoy han crecido con teléfonos inteligentes y acceso rápido a Internet. La información -y la red de amigos virtuales- está literalmente al alcance de la mano.

Según el informe sobre adolescentes y tecnología elaborado en 2013 por el Proyecto de Vida en EE.UU. del Centro Pew de Estudios de Investigación, 78% de los adolescentes tiene un teléfono celular y 47% un teléfono inteligente. Los teléfonos ya no sirven solamente para llamar o mandar mensajes de texto, son la manera de mantener la conexión con un mundo social cada vez más amplio.

El 95% de los adolescentes usa el teléfono para conectarse a Internet. Casi la misma proporción tiene una cuenta en Facebook.

La tecnología está cambiando la manera en que vivimos y nos comunicamos, y no todos estos cambios son mejores. Sin embargo, la brecha digital -de larga data en el uso de tecnología por parte de blancos, afro-americanos y latinos- parece irse acortando.

Lorena García, de 36 años, residente de Boyle Heights y madre de dos adolescentes, le sorprende la manera en que la tecnología y su uso han evolucionado desde su propia adolescencia.

 ¿Bueno o malo?

“Nunca tuve teléfono celular cuando era niña. Tener un teléfono celular en la infancia era como un milagro”, dice García. “Ahora veo que mis hijos no pueden vivir si no tienen un celular. Realmente no sé si esto es algo bueno o malo para ellos”.

Hasta hace pocos años, el uso de tecnología por parte de los latinos estaba rezagado en comparación con otros grupos, pero esto esta cambiando rápidamente. Hoy, la cantidad de personas en comunidades latinas que poseen un teléfono celular es igual o más alta que la cantidad de personas en comunidades blancas o afro-americanas.

Según el informe sobre tendencias de los hispanos realizado por el Centro Pew en 2013, el 86% de los latinos dicen tener un teléfono celular, semejante al 84% de los blancos y el 90% de los afroamericanos. Y el porcentaje de latinos y blancos entre 18 y 29 años que tienen un teléfono inteligente es el mismo: 66%. Los latinos tienen más probabilidad que los blancos de navegar por Internet desde sus dispositivos móviles (76% en comparación con 60%).

Pero con este cambio, los latinos también están experimentando los mismos beneficios y consecuencias de estar continuamente conectados.

Como la mayoría de los adolescentes, José Rosas, de 17 años que cursa el 12 º grado de la Escuela Preparatoria de Artes Mediáticas en el Este de Los Angeles, nunca está sin su teléfono y reconoce que no puede dejar de verificar sus mensajes a cada rato.

Dice, “En el único momento que no lo uso es cuando me voy a dormir o me estoy bañando, pero incluso cuando me baño puedo chequear mi teléfono”. Si bien a los estudiantes no se les permite usar los teléfonos en el horario escolar, Rosas dice que chequea sus mensajes debajo del escritorio, cuando los profesores no están mirando.

Chequeo obsesivo

Según un estudio realizado en 2012 por TextPlus, una empresa de Marina del Rey que ofrece una aplicación gratis para enviar mensajes de texto, la mitad de los 600 adolescentes encuestados dijo que “no podrían vivir sin sus dispositivos móviles durante una semana, mientras que el 36% dijo no podría pasar 10 minutos sin chequear sus teléfonos”.

Larry Rosen escribió de tres libros sobre el uso de tecnología, el último
de ellos lleva el nombre iDisorder: Understanding Our Obsession with Technology and Overcoming Its Hold on Us (iTrastorno: cómo comprender nuestra obsesión con la tecnología y superar su poder sobre nosotros). Como profesor de psicología de Cal State Dominguez Hills, afirma que este tipo de conducta hoy es típica entre los adolescentes.

Recientemente, Rosen llevó a cabo un estudio en el que los investigadores visitaban el hogar de los participantes y observaban estudiar a los estudiantes de la preparatoria. Rosen afirma que quedó muy consternado por la falta de capacidad de los adolescentes para concentrarse. “Es realmente preocupante”, dice, “darse cuenta de que un estudiante típico sólo puede concentrarse entre tres y cinco minutos antes de distraerse”.

Este tipo de conducta también tiene sus implicaciones para la vida familiar. “Detesto que cuando estamos comiendo, mis hijos prestan atención a sus celulares”, dice García. “Es prácticamente el único momento del día que pasamos juntos como familia y ellos no dejan de atender sus celulares. No pueden ni siquiera comer si no tienen el celular en la mano”.

Para muchos jóvenes, los celulares se han convertido en una extensión de sí mismos, volviéndose extremadamente ansiosos cuando no lo tienen consigo. Cecilia Galván, de 17 años, dice que no puede imaginarse estar sin teléfono. “Siento que es una parte de mí, que tengo que tener conmigo”, dice.

Temor a perderse algo  

Este nuevo “temor a perderse algo” es lo que muchos jóvenes sienten cuando no tienen acceso a sus teléfonos o redes sociales durante un período de tiempo. Este tipo de conducta afecta muchos más aspectos que el tipo de socialización de los adolescentes.

Rosen señala que el creciente uso de la tecnología, “dedicamos menos tiempo a pensar en algo con profundidad y más tiempo a distraernos y cambiar la atención de una tarea a otra, continuamente”.

Los adolescentes y adultos que dedican mucho tiempo a las redes sociales, Facebook en particular, demuestran más indicios de trastornos psiquiátricos, pero aquellos que tienen más amigos en Facebook exhiben menos indicios de depresión”.

Si bien la mayoría de los adolescentes usa las redes sociales, algunos están optando no participar debido a las experiencias negativas que hayan tenido. Katherine Cortez, de 16 años, residente de Boyle Heights que cursa el 11 º grado en la Escuela Preparatoria Montebello, dice que no se arrepiente de haber desactivado su cuenta en Facebook el año pasado.

“Veo que mis amigos pasan en Facebook casi todo el tiempo, están estresados se quejan de sus calificaciones”, dice Cortez. “Para mí es Facebook lo que los distrae”.

Alejandra Valdez

Alejandra Valdez is a senior at Media Arts and Entertainment Design High School. She enjoys being involved on campus and in her community. In her free time, she likes hanging out with friends and family...

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