Carmen Hugón y su hija Alejandra González. Foto de Margaret Leyva para De Los.

Alejandra González, de 20 años, y su madre, Carmen Hugón, de 42, pueden no compartir el mismo gusto en ropa o zapatos, pero aman las películas de terror, cocinar y disfrutan quedarse en casa.

Se describen a sí mismas como oyentes más que conversadoras, y sus desacuerdos, al menos en público, son en tono de juego: “Le gustan los chiles rellenos”, dice Hugón sobre la comida preparada en casa favorita de su hija. “Yo diría que me gustan más los tacos dorados”, le refuta González, con una sonrisa.

Ambas, que se criaron entre Estados Unidos y México, dicen que su relación es abierta y honesta. Pero no siempre fue así. En la escuela secundaria, González fue víctima de agresión sexual, lo que la llevó a la depresión y obligó a la familia a adoptar una nueva forma de pensar y hablar.

Navegar por el trauma y la salud mental fue atravesar un territorio desconocido para ellas. Tomó tiempo, pero la familia finalmente comenzó a recibir terapia, una experiencia que era nueva tanto para la madre como para la hija.

“Ella no entendía la terapia ni cómo funcionaba”, dijo González sobre su madre. Cuando fueron por primera vez, “hubo mucho llanto y sentimientos incómodos y ella pensó que así sería siempre la terapia”.

Si bien la idea de hablar con un terapeuta era extraña para ella, Hugón dice que ha visto cómo ayudó a su hija y su relación.

“Tenemos más comunicación con ella. Nos dice qué le molesta. Antes no nos decía”, dice Hugón. “Ha sido positivo para todos.”

Al igual que Hugon y González, una nueva generación de jóvenes latinos está teniendo conversaciones difíciles con sus padres sobre temas que a menudo han sido ignorados. El trabajo realizado ha llevado a relaciones más sólidas y ha ayudado a cerrar las brechas culturales y generacionales.

Nos sentamos con González y Hugón para tener una conversación sincera sobre su infancia, su relación y cómo sus vidas han cambiado a través de la terapia. Esta es una versión traducida en español de la entrevista que ha sido editada para mayor extensión y claridad. La versión original publicada por De Los contiene declaraciones en inglés y español, según el idioma que hable la entrevistada.

¿Cómo dirían que fueron diferentes sus infancias?

González: Crecimos mudándonos. Mi papá fue deportado cuando éramos jóvenes y luego nos mudamos a México para estar con él. Tuvimos que tomar el autobús a una edad temprana solos. Lo vi como realmente aterrador y mi madre lo vio como “estos niños pueden estar solos, no tenemos que preocuparnos por ellos”. Yo no lo veo asi. Solo miro hacia atrás en nuestra infancia y siento una desconexión de ella.

Hugón: Mi mamá siempre fue muy estricta y no me dejaba salir y mi papá siempre trabajaba. Nos pegaban cuando nos peleábamos yo y mi hermana. Pero es algo que creo que mi generación pasó porque a todos les pegaban.

¿Qué es algo que sus generaciones no entienden entre sí?

González: Que [nuestros padres] son ​​personas separadas de ser padres. Son personas que tuvieron infancia, tuvieron adolescencia, tienen metas. Siento que reducen a los padres inmigrantes a solo eso, solo a ser padres.

Hugón: Creo que el modo de expresarse. Hay muchas cosas que cuando estaba yo más joven no era tan ofensivo, y ahora hay muchas cosas que son ofensivas y uno tiene que aprender a no decirlas.

Mire un vídeo corto de la entrevista:

¿Es difícil hablar de sus sentimientos con los demás?

González: Al crecer, ver películas de adolescentes y cómo interactuaban con sus padres me hacía tener esta idea de lo que era un padre. Así que no fui muy abierta con mis sentimientos. Creo que soy realmente abierta con ella ahora.

Hugón: Sí es difícil, pero sí lo hago. Cuando no tienes a tus papás cerca o a tu hermana, uno tiene que apoyarse en [los hijos] y a veces digo yo “no debería de ser así, debería ser yo el apoyo para ellos, no ellos para mi.”

¿Cómo encontraste la terapia como una opción?

González: Primero recibimos ayuda de la escuela. Fue algo inconsistente. … Mi mamá y yo éramos muy nuevas en lo de la terapia, no lo entendíamos. Después de un tiempo dejé de ir. En agosto del año pasado comencé a ir a terapia nuevamente con alguien que mi hermana me ayudó a encontrar.

¿En algún momento sintió un tipo de vergüenza sobre la terapia?

Hugón: Nunca me dio vergüenza, pero a veces la gente no entiende qué es la terapia y piensa que uno está loco. Cuando yo era más joven no se usaba la terapia. No había, o sí había y nosotros no teníamos conocimiento de ella.

¿Cómo ha cambiado su comunicación después de la terapia?

González: Creo que la terapia me ha ayudado a comunicar mis sentimientos y necesidades tanto con mi mamá como con mi familia. … A medida que crecía y mi salud mental empeoraba, mi hermana estuvo allí para apoyarme y me hizo mirar a mis padres de otra manera.

Hugón: La comunicación que tenemos ahora mis hijas y yo no fue siempre así… [La terapia] nos ayudó a tener más comunicación y a que ella hablara más. De poco en poquito empezó a hablar más y a salir más con amigas.

¿Cuáles son las tres cosas que has llegado a valorar más en la vida?

González: Mi arte, mi relación con mis hermanos y mi salud mental. Tengo ansiedad, y realmente apareció cuando era niña. Y eso me impedía hacer las cosas que quería hacer. A medida que crecí, me di cuenta de que había recursos y ayuda por ahí. Acabo de descubrir que mis enfermedades mentales no deberían impedirme hacer lo que quería hacer.

Adrian Casillas Sáenz has been a youth reporter for the Boyle Heights Beat since 2022, where he’s worked on print and audio stories about the neighborhood and surrounding communities. He is a Boyle...

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