Hace tan solo 20 años, crecer en Boyle Heights significaba vivir constantemente con miedo. Los disparos y los helicópteros de la policía que sobrevolaban el vecindario eran parte de la rutina, tanto de día como de noche. Las calles estaban controladas por traficantes de drogas y los edificios cubiertos de graffiti. Los residentes tenían miedo de quedar atrapados en algún tiroteo entre pandillas o encontrar cuerpos sin vida en los callejones.

Hoy día, el vecindario se siente diferente. Los que recorren las calles de Boyle Heights ya no tienen la sensación de que la muerte los acecha en cada esquina. Si bien hay muchas teorías acerca de cuáles son los factores responsables de este
cambio, nadie se queja.

En 1992, uno de los peores años en lo que respecta a crímenes violentos en Los Angeles, se cometieron 1,092 homicidios en toda la ciudad. Sesenta y tres de esos asesinatos ocurrieron en Boyle Heights, según el Departamento de Policía de Los Angeles (LAPD, por sus siglas en inglés). El año pasado hubo 17 homicidios en Boyle Heights. Y este año, hasta el momento Boyle Heights ha tenido dos homicidios.

Raúl S. Lima, de 37 años, geólogo de E2 Consulting Engineers, Inc., y un adolescente en Boyle Heights durante la década de 1990, piensa que el consumo de crack en todo el vecindario contribuía a la violencia. Perdió a muchos amigos y familiares por las drogas y los asesinatos entre las pandillas, incluyendo un tiroteo entre pandillas rivales en la que murió un amigo.

“Mi hermano lo sostuvo en brazos hasta que llegó la ambulancia”, dice. “Es un recuerdo que nunca se me borrarᔝ. Agrega que “todos los fines de semana, alguien recibía un disparo”.

Rita Chairez, vive en Boyle Heights y miembro de la junta de Proyecto Pastoral, una organización sin fines de lucro orientada a desarrollar el sentido de comunidad del vecindario, comenzó atrabajar en la organización a finales de la década de 1990, cuando los tiroteos diurnos eran cosa habitual. Cuando una bala perdida mató a una niña de 10 años en su hogar, Chairez vio la necesidad de trabajar para que la comunidad fuera un lugar más seguro.

“Podría haber sido mi hija”, dice. Trabajó mucho con la ciudad para reparar las calles, instalar iluminación pública y clausurar los callejones peligrosos. “Necesitábamos más”¦ porque nuestros hijos se estaban matando”, dice Chairez.

1993: Violencia Fuera de control
Carey Ricard, detective de homicidios de Los Angeles, comenzó su carrera hace 34 años en la Comisaría de la Comunidad Hollenbeck. Recuerda que en 1993 la policía estaba “hasta el cuello con la cantidad de crímenes, y la violencia se expandía fuera de control”. Un día hubo tres asesinatos sin relación entre sí en Boyle Heights, dice. Recuerda “las calles peligrosas y repletas de pandilleros en las esquinas que marcaban con graffitis las paredes y rompían ventanas; también había casas abandonadas con pandilleros consumiendo drogas y llevando a cabo otras actividades ilegales”.

Aunque el vecindario hoy tiene el índice de criminalidad más bajo que todos recuerdan, la violencia de las pandillas no ha desaparecido en Boyle Heights. Hay al menos 20 pandillas diferentes que identifican su sede con Boyle Heights. El año pasado, casi 6 por ciento de los asesinatos en Los Angeles ocurrieron en Boyle Heights, según datos del LAPD. Esel mismo porcentaje que en 1992, cuando el crimen alcanzó su punto más alto en toda la ciudad. Y la ciudad continúa considerando a Boyle Heights como un “punto central” de violencia.

Mark Kleiman, profesor de política pública en UCLA, señala que la disminución en el índice de criminalidad indica que Boyle Heights ha avanzado en la misma dirección que el resto de la ciudad. Sin embargo, “tiene una porción más alta de homicidios porque su cuota de actividad de pandillas y de tráfico de drogas es también más grande”, señaló.

“La pobreza concentrada y en situación sostenida induce al crimen”. Las autoridades de la ciudad afirman que una mayor vigilancia, incluyendo más agentes policiales en las calles, conllevó a al descenso en los delitos violentos. El detective Ricard afirma que existe una mejor comunicación entre la nueva comisaría de Hollenbeck y las diferentes divisiones encargadas de delitos y también entre los agentes de patrulla, lo que hace más fácil atrapar a los delincuentes. Con la tecnología, señala Ricard, la policía ha iniciado una nueva era. Ahora “saben dónde están ocurriendo las cosas y pueden llegar a tiempo, por lo tanto, es posible cambiar las estrategias de un mo-
mento al otro”.

En la actualidad, las patrullas de Boyle Heights cuentan con al menos un agente hispano, dice Ricard, y más personas de la comunidad se están uniendo al cuerpo policial. La policía está trabajando para que las personas se animen a
denunciar los delitos, y Ricard cree que las personas confían más en los agentes.

Una Communidad Organizada Ayuda a Prevenir El Crimen
No todos están de acuerdo con esta premisa. Chairez atribuye la seguridad actual del vecindario a “los residentes que se hacen responsables de su comunidad”. La policía puede tener algo que ver con el descenso en la violencia, dice, pero “nosotros debemos decirles qué hacer o si no usarán la fuerza”. Chairez señala que es importante que la comunidad trabaje con la policía y que la policía reconozca que no todas las personas de la comunidad son miembros de pandillas.

Mucho del trabajo que realiza el Proyecto Pastoral es con mujeres. Las mujeres van al frente, dice Chairez, porque se preocupan por proteger a sus hijos. El grupo ofrece capacitación en liderazgo, cuyo objetivo es dar más poder a la comunidad. Les enseña a las personas cómo involucrarse para fomentar cambios y promover acciones, de formas tan sencillas como denunciar delitos de manera anónima. “Queremos a nuestros hijos, aunque sean miembros de pandillas”, dice Chairez. “Si llamamos para denunciar [un delito] es porque no queremos que mueran o maten a nadie”.

Lima, el geólogo que creció en Boyle Heights, cree que el descenso del crimen tiene más relación con la comunidad que con la policía. Atribuye este mérito al padre Grez Boyle, fundador de Homeboy Industries. “Para mí no es éxito del LAPD”, dice Lima. Gracias al impulso del padre Boyle, “la iglesia se convirtió en una verdadera iglesia. El padre Boyle obligó a la iglesia a involucrarse en la comunidad”.

El concejal José Huízar, que representa a Boyle Heights, señala los programas para jóvenes, como el Programa de Noches de Verano, como responsables de que las calles de Boyle Heights sean más seguras al mantener a los jóvenes alejados de las pandillas. Monica Harmon, activista comunitaria que trabaja estrechamente con LAPD, concuerda con esta opinión.

Harmon fue la primera mujer que se unió al programa Explorer, de la comisaría Hollenbeck, cuando cursaba la escuela secundaria en Boyle Heights. Harmon también fundó una organización llamada “Community Action Team” (Equipo de Acción Comunitaria), que establece alianzas entre la comunidad, la policía y los menores. Organizan eventos, como fiestas para niños en comisarías, “para mostrarles a los niños que la policía está para ayudarlos no para atemorizarlos”.

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