Cocineros sirviendo platos mexicanos auténticos en La Chispa de Oro. / Foto de Jessica Pérez

Cuando era adolescente, Melchor Moreno Jr. pensaba que obtener la licencia de conducir sería su camino a la independencia. Sin embargo, los paseos que pensaba hacer al centro comercial con sus compañeros del equipo de fútbol americano de la preparatoria se convirtieron en viajes para recoger masa, chiles y carnes para el restaurante de su familia.

Era el año 1994 y la madre de Melchor, Martha Moreno, había dejado su trabajo en una fábrica textil para abrir La Chispa de Oro, un restaurante mexicano ubicado en César Chávez Avenue en Boyle Heights.

“Al comienzo fue muy difícil”, dice Moreno, que junto con su esposo, abrían el restaurante a las 6 a.m. y cerraban a la 1 a.m. Con un horario tan exigente, Moreno se vio obligada a cuidar de Melchor y sus hermanos mientras trabajaba en el restaurante, lo que a veces significaba que los niños dieran una mano con las tareas.

“No teníamos dinero para pagarle a alguien que nos ayudara. Necesitábamos dejar todo limpio para volver a comenzar al día siguiente”, dice Moreno.

Al crecer en el restaurante, Melchor pudo apreciar la relación familiar que sus padres establecieron con los clientes. Siguiendo las reglas de su padre, todas las personas que llegaban al restaurante debían ser tratados como parte de la familia. La madre era responsable de servir solamente platos mexicanos tradicionales y auténticos que a las personas les recordara de las comidas caseras de su tierra.

Cuando se inauguró La Chispa de Oro, los clientes pedían comida para llevar en vez de cenar allí, ya que el lugar era muy pequeño. Los que querían comer en el restaurante debían esperar en una fila muy larga que salía por la puerta, para obtener alguna de las pocas mesas comprimidas contra la cocina.

Después de 15 años de seguir el mismo formato, el restaurante se amplió y duplicó la cantidad de asientos en el año 2009. Si bien ahora puede recibir muchos más clientes, su sello característico, es decir la comida -especialmente las tortillas caseras- y el servicio personalizado, sigue igual, dice Melchor.

El restaurante La Chispa de Oro duplicó su espacio gracias a una ampliación en 2009 / Foto de Jessica Pérez

A algunas personas les pasa que cuando intentan crecer, como cuando nosotros ampliamos el restaurante, también buscan cambiar algo de la forma en que comenzaron el negocio, y eso representa su caída”, afirma Melchor.

A diferencia de los lugares que refrigeran los alimentos al por mayor hasta que los necesiten, La Chispa de Oro se enorgullece de preparar alimentos frescos todos los días. “Hacemos caldo de pollo y caldo de res todos los días”, dice Melchor.

Tan pronto como los meseros toman el pedido de chiles rellenos, mole o enchiladas, los cocineros detrás del mostrador comienzan a preparar las tortillas caseras.

Graciano Ramírez, residente de Boyle Heights, es fiel testigo. Este residente de 50 años visita La Chispa de Oro hace cuatro años y sostiene que las tortillas caseras de este restaurante son inigualables.

Si bien La Chispa de Oro hizo algunos ajustes después de los efectos de la recesión económica, no abandonó su compromiso de ofrecerles a sus clientes un servicio de calidad manteniendo precios bajos y abriendo cuentas de crédito para aquellos clientes que no podían pagar por las comidas.

A lo largo de los años, Melchor pasó de ser el mandadero a convertirse en el encargado del restaurante. Pero su trabajo trasciende el servicio de comidas. También ayuda a los clientes a traducir su correspondencia, a completar formularios de solicitud de empleo y formularios de reembolsos.

“Algunas de estas personas nos hablan como si fuéramos parte de la familia”, dice Melchor. Un gesto que Melchor retribuye como parte de su compromiso con las tradiciones de sus padres.

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