Durante mi infancia, pasé mucho tiempo mirando la televisión. Mis dos padres trabajaban en el turno nocturno de una tortillería, por lo tanto, necesitaban descansar durante el día. Yo era responsable de asegurarme de que mi hermana pequeña y mi hermano recién nacido estuvieran lo más silenciosos que fuera posible. Mirar televisión era una de las mejores maneras de mantenernos a los tres entretenidos.
Me encantaban los programas de cocina, las series de miedo y, por sobre todas las cosas, los programas de viajes. Generalmente el History Channel hacía programas con personas que viajaban a destinos en el extranjero para explorar ciudades abandonadas, así como también artesanías y pinturas antiguas. Desde nuestra sala en City Terrace, fui cultivando –a mis nueve años– el deseo de viajar y descubrir nuevos lugares.
Vivía protegida. Como mis padres dormían durante el día, casi nunca salíamos durante la semana, excepto al mercado. Mi rutina cotidiana consistía en ir y volver caminando a la escuela. Esta fue mi rutina durante ocho años de mi vida, hasta que un día Anabel Romero, que en aquel entonces era la editora del Pulso de Boyle Heights, vino a dar una presentación a mi clase de inglés del noveno grado en la Preparatoria Theodore Roosevelt. Anabel nos habló sobre un programa nuevo en que los estudiantes de la preparatoria tenían la oportunidad de escribir artículos para un periódico de la comunidad.
Decidí escribir para el Pulso de Boyle Heights porque tenía pensado estudiar en la preparatoria Roosevelt durante los próximos cuatro años de mi vida, pero en realidad, no sabía mucho sobre la comunidad, a excepción de la esquina de la calle Soto y la Avenida César Chávez. Nunca me sentí insegura cuando caminaba a la escuela, aunque todo lo que oía en la televisión sobre Boyle Heights era que se trataba de un lugar peligroso. Me propuse conocer mejor a Boyle Heights por mi propia cuenta.
Creo que sentí a Boyle Heights como mi verdadero hogar cuando me encontraba preparando mi artículo sobre la academia de música Neighborhood Music School. Me gustó mucho conocer a mucha gente nueva, tanto las personas que trabajaban en la oficina como los estudiantes. La academia me quedaba lo suficientemente cerca como para caminar después de clases, por eso, fui muchas veces a realizar entrevistas y observar clases. Debo reconocer que fui más veces de las necesarias porque me sentía muy bien recibida y cómoda en ese lugar.
Luego de la publicación de mi artículo, obtuve una beca para estudiar en la Neighborhood Music School. Siempre había querido aprender a tocar el piano. Después de un año dejé las clases porque participaba en otras actividades extracurriculares y no tenía tiempo para practicar. Sin embargo, me mantuve en contacto con la gente de la academia y fui voluntaria en reiteradas ocasiones durante los años siguientes.
Me mudé de Boyle Heights a Westchester durante mi primer año en la Universidad de Loyola Marymount en agosto de 2014. Gracias a la beca completa que obtuve en Loyola, y a una beca adicional por 10,000 dólares de Big Brothers Big Sisters of Greater Los Angeles, pude aprovechar muchas oportunidades para viajar. Comencé con un viaje a Nueva Orleans, Louisiana durante mi segundo semestre en la universidad y finalicé con un programa de estudios en la ciudad de Bonn, Alemania (ciudad natal de Beethoven), durante mi tercer año. Un dato curioso: la familia que me hospedaba en Bonn vivía en un vecindario llamado Beuel (¡que se pronunciaba “Boyle”!). Fue un detalle que me dio mucho consuelo. Tuve la oportunidad de conocer 12 países durante mi estadía en Alemania y disfruté de cada minuto de esa experiencia.
En medio de esos años en que tuve la oportunidad de viajar a través de la universidad, también pude hacer un viaje personal por mi cuenta a Puebla, México, para ver a mi abuela por primera vez. Durante 20 años solo la había visto en fotos y había hablado con ella por teléfono. Me abrazó tan pronto me vio y, mientras rodaban las lágrimas por sus mejillas, reconocí el rostro de mi madre en el suyo. Supe en ese instante que visitaría México con la mayor frecuencia que pudiera para recuperar el tiempo perdido.
Mi experiencia en el Pulso de Boyle Heights me acompañó a todos los sitios donde estuve: cuando tenía conversaciones con personas que conocía por casualidad en mis aventuras por lugares lejanos, mientras caminaba por ciudades desconocidas con carteles en idiomas extranjeros, y buscaba perlas escondidas en cada ciudad. La oportunidad de viajar me permitió ampliar mi perspectiva sobre el mundo, pero más importante todavía, me hizo recordar cuál era mi hogar: Boyle Heights.
Me encontraba en Alemania pensando lo entusiasmada que estaba por volver a casa en un par de semanas cuando vi el enlace en la página de la Neighborhood Music School en Facebook ofreciendo una pasantía de programas de música en el verano. Actualicé mi currículo y lo envié junto a una carta de presentación.
No había vuelto a la academia desde que cursé el décimo grado en la preparatoria. Me di cuenta de que muchas de las personas que conocía ya no estaban. No sabía qué esperar cuando pensé en volver a la casa victoriana donde se aloja la academia, ubicada en la avenida Boyle.
Los acordes del piano y las melodías del violín hicieron eco en mis oídos tan pronto crucé la puerta de entrada que chirriaba como siempre. Estaba nerviosa por la entrevista, pero me tranquilizó estar otra vez en un lugar conocido.
Todo el personal me hizo sentir bienvenida. Aunque se habían hecho muchos cambios, sentía que habían sido de beneficio para la academia. Me llamaron unos días más tarde para informarme que me habían seleccionado para el trabajo. Sentí mucho entusiasmo ya que esta academia, junto con el Pulso de Boyle Heights, fueron los que me ayudaron a sentir este vecindario como mi hogar. Después de la experiencia de cuatro meses en el extranjero que transformó mi vida, todo lo que quería era ser parte de algo que me ayudara a retribuir a mi comunidad.
Ampliar mis horizontes y expandir mi pequeño mundo fue algo que comenzó a gestarse en la sala de mi casa en Boyle Heights. Ahora tengo la oportunidad de trabajar con personas con diferentes historias de vida que juntas enseñan, aprenden música y trabajan para que nuestro vecindario sea un lugar mejor. El Pulso de Boyle Heights me allanó el camino para que me pudiera encontrar con la academia Neighborhood Music School. Estoy muy agradecida porque estas dos organizaciones cambiaron mi vida para mejor y me dieron una ciudad con la que me siento conectada. Aunque sigo muy interesada en viajar y conocer nuevas ciudades, sé que tengo un sitio al que volver y al que considero mi hogar.
Foto superior: Melissa en salto de paracaídas en Interlaken, Suiza. Todas las fotos cortesía de Melissa Martínez
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