Jacqueline López, estudiante del 12 º grado de la Escuela Preparatoria Magnet Francisco Bravo, ha establecido objetivos para su vida y no está dispuesta a ponerlos en riesgo.
Con una pila de libros bajo el brazo, la estudiante de 17 años, nacida en Boyle Heights, se sienta derecha y habla con seguridad. Se le iluminan los ojos cuando menciona su meta de trabajar para las Naciones Unidas.
“Quiero hacer una diferencia y ayudar a las personas. Eso es lo que me motiva”, dice López.
López, hija de padres inmigrantes que no terminaron la escuela secundaria, tiene altas expectativas. Se ha presentado a entrevistas en 10 universidades este año, incluyendo universidades privadas muy competitivas como Tufts en Massachusetts y Georgetown en Washington, D.C.
Con un programa académico riguroso, un promedio de calificaciones (GPA) de 3.7, y cargos de responsabilidad, como presidente del cuerpo estudiantil, coeditora en jefe del anuario escolar y miembro del equipo de atletismo, López parece ser una candidata competitiva para cualquier universidad.
Sin embargo, las solicitudes universitarias han aumentado drásticamente en la última década, causando que el proceso de admisión sea mucho más difícil que en el pasado.
Pero no hay nada garantizado cuando se trata de ser admitido a las principales universidades del país, aun cuando un leve descenso en la población en edad universitaria este año puede aliviar la presión en las admisiones a universidades menos competitivas.
En Boyle Heights, algunos estudiantes con alto desempeño y grandes expectativas se sobrecargan con clases avanzadas preuniversitarias (AP) y actividades extracurriculares para competir por lugares en las escuelas más prestigiosas.
Si bien López es una candidata sólida para una de las principales universidades, hay miles de estudiantes como ella. En Georgetown University, una de las universidades de sus sueños, sólo el 17% de los 20,115 estudiantes que solicitaron admisión fueron aceptados.
Presión adicional
La presión que experimentan los estudiantes con grandes expectativas que pertenecen a la clase media y compiten para obtener un lugar en una de las universidades de su preferencia no se compara con la presión que los estudiantes de Boyle Heights sienten, donde algunos de los adolescentes deben trabajar para ayudar a mantener a sus familias. En muchos casos, los padres de estos estudiantes no recibieron educación superior, por lo tanto no pueden ayudarlos en el proceso de solicitud de admisión para la universidad. En Boyle Heights, más de la mitad de los adultos mayores de 25 años no se graduó de la preparatoria.
“Sé que es difícil y a veces no es justo que muchos de nosotros tengamos que hacer un esfuerzo tres o cuatro veces mayor que el resto y tengamos muchísimas más responsabilidades y desafíos que enfrentar para intentar ir a la universidad”, dice William Vela, director de El Centro Chicano de la University of Southern California (USC), un centro de recursos culturales que brinda apoyo social, personal y académico a los estudiantes latinos.
Para la familia López, decidir no estudiar en la universidad no es una opción. Los padres de López se criaron en Zacatecas, México, y tuvieron que dejar de estudiar para ayudar económicamente a sus familias. Llegaron a Los Angeles a comienzos de 1990. Su padre, trabajador de la construcción, y su madre, empleada doméstica, hacen todo lo que pueden para apoyar las metas educativas de sus hijos.
“Mis padres hacen horas o turnos extra para cubrir los gastos adicionales”, dice López, que ayuda económicamente trabajando los veranos, pero que a veces no puede pagar los cargos asociados con la escuela en el plazo establecido.
Durante el año escolar, el día de López puede comenzar tan temprano como a las 4:30 a.m. y finalizar a las 10 p.m., si tiene clase en East Los Angeles College. La mayoría de las noches de la semana dedica entre cuatro y cinco horas para hacer las tareas de sus tres cursos de AP. No hay mucha diferencia durante los fines de semana, ya que tiene que sacrificar tiempo con su familia para dedicarse a sus estudios.
“Hay momentos en que me siento muy estresada y agobiada”, dice López. “Pero al final, sé que tendré una carrera”.
Estudios más actividades
Los expertos en admisión a la universidad señalan que el plan de López de combinar un sólido programa académico con actividades extracurriculares es lógico, ya que las universidades más prestigiosas buscan estudiantes con una formación completa.
Según Gary A. Clark Jr., director de admisiones de la University of California, Los Angeles, los examinadores de las solicitudes emplean una estrategia holística hacia los postulantes. Esto significa que UC no sólo busca un buen desempeño académico, sino que también considera las declaraciones personales, la participación en cargos de liderazgo y los puntajes de las pruebas estandarizadas.
“Los estudiantes deben poder equilibrar un programa riguroso en la preparatoria y tener una participación y un compromiso fuerte en dos o tres actividades, ya que no hay un indicio mejor para el éxito en la universitario”, señala Clark.
Sin embargo, Clark afirma que incluso con sólidos cursos académicos y actividades extracurriculares, la admisión a ciertas universidades no es garantía, porque no hay una fórmula pre-establecida.
A veces se puede elegir a un estudiante promedio en vez de un candidato con más logros porque su solicitud se destacó, mostrando capacidad para aprovechar las oportunidades.
Vela, director de El Centro Chicano de USC, señala que los desafíos que él mismo enfrentó durante su infancia en el Noreste de Los Angeles, como primera generación nacida en EE.UU. en una familia de bajos ingresos, eran muy semejantes a los desafíos que hoy se enfrentan muchos estudiantes.
“La mayoría de nuestra familia quiere apoyarnos, pero no saben cómo”, dice Vela. “No tuvieron la oportunidad [de ir a la universidad], lo que significa que a veces faltan mentores. El hecho es que muchos de nosotros también teníamos que trabajar, lo que resulta mucho más difícil”.
Sin garantías
Aquellos estudiantes que provienen de bajos recursos y tienen grandes expectativas, seguir estrictamente el plan para aumentar su probabilidad de ser admitido en la universidad con frecuencia resulta acertada. Pero no garantiza necesariamente que seguirán el plan exactamente como lo habían imaginado.
Celeste Huízar, de 18 años, se graduó el verano pasado de la Escuela Preparatoria Theodore Roosevelt con un GPA de 3.8, varias clases AP, otros cursos de preparación universitaria y varios cargos de liderazgo y experiencias en pasantías.
Su estrés aumentó tras la muerte de su padre, y Huízar debió afrontar las exigencias de los estudios y ayudar a cuidar de sus hermanos mientras su madre trabajaba. Si bien Huízar hizo lo que ella creía que era necesario, no fue aceptada en Brown University, la universidad de sus sueños.
“Sentí que no era lo suficientemente buena”, dice Huízar. “ ¿Cómo puede ser que haga todo esto e igual no pueda lograr lo que quiero?”
Huízar está a mitad de camino en su primer año en UC Berkeley. En perspectiva, dice que si bien es importante esforzarse mucho, es clave encontrar el equilibrio entre los estudios y las actividades.
“Me siento muy afortunada de estar en UC Berkeley”, dice. “No puedo imaginarme en otro lugar. Quizás tenga que hacer grandes cosas aquí antes de poder hacer grandes cosas en otro sitio”.