Las risas de cuatro niños descalzos llenan el aire mientras juegan carreras, aunque no están en un parque sino en un patio improvisado que en realidad es un callejón en Boyle Heights.
La superficie del callejón ha sido pavimentada recientemente, por lo tanto luce uniforme y plana. Esto representa una gran mejora en comparación con su estado previo, ya que estaba muy deteriorada y sin pavimentar. También se pintaron neumáticos viejos de color dorado, los que se colocaron sobre los cercos del callejón como macetas, cada uno lleno de coloridos geranios.
Para muchos niños que viven en comunidades con pocos parques, como Boyle Heights, no tener un parque de juegos donde jugar a veces significa sencillamente no poder jugar. Pero estas comunidades tienen callejones. Muchos callejones. Este es el motivo por el cual tanto los urbanistas como los organizadores de la comunidad y los vecindarios están considerando los callejones como posibles parques de juegos y lugares de encuentro para la comunidad.
“Hay unos 20 niños que siempre andan por aquí pero que tienen que quedarse adentro porque no hay nada que puedan hacer aquí fuera”, dice Stephanie Espinoza, de 15 años, voluntaria de la comunidad. “No tienen un parque cercano y en el callejón hay demasiados pozos. Es por eso que decidimos ayudar y mejorar el callejón, así los niños pueden tener un lugar donde jugar cerca de sus hogares”.
Unión de Vecinos, una organización sin fines de lucro que ayuda a las personas a mejorar sus vecindarios, patrocina un comité cuyo objetivo es transformar los callejones de la comunidad de Boyle Heights. La organización recibe comentarios y sugerencias de los residentes y los ayuda a crear espacios seguros.
De decadente a un tesoro
Esa fue la idea y el motivo para embellecer otro callejón ubicado entre Mathews Street y Penrith Drive. Unos 20 residentes participaron en este proyecto. Como resultado, el callejón quedó pintado de azul-verde brillante y decorado con ilustraciones de criaturas marinas. Se agregaron macetas coloridas con plantas y flores junto a las paredes, y en algunas ocasiones, estas macetas se usaron para cerrar el callejón y poder festejar cumpleaños o eventos de la comunidad. También se instalaron luces para brindar más seguridad.
“Las personas solían ver los callejones y pensar que algo malo les podía ocurrir allí, pero ahora ven que están hermosos”, dice Espinoza. “Es seguro caminar por los callejones de noche y a las personas les gustan mucho más”.
Los callejones existen desde la época de los romanos. Su propósito inicial era facilitar el traslado dentro de la ciudad. Pero hoy, muchos callejones se evitan o se usan como basurales o lugares de encuentro para pandillas.
En un estudio realizado en 2010 sobre los callejones de Los Angeles bajo el título, “The Forgotten and the Future: Reclaiming Back Alleys for a Sustainable City” (Los olvidados y el futuro: cómo reapropiarnos de los callejones para una ciudad sustentable), indicó la existencia de más de 900 millas de callejones, un área equivalente a casi la mitad de Griffith Park, el que cuenta con una extensión de 4,310 acres.
Los callejones son muy frecuentes en las comunidades de bajos ingresos como Boyle Heights, en la que los estudios han demostrado que cuentan con menos acres de parques que los vecindarios más acomodados. Boyle Heights tiene un espacio para parques inferior a 3/4 acres por cada 1,000 residentes, en comparación con el promedio nacional de 41 acres, según un informe realizado en 2009 por “Resources for the Future” (Recursos para el futuro). En muchos vecindarios, los callejones transmiten una atmósfera de peligro.
Están sucios y tienen poca iluminación. Los callejones son con frecuencia lugares donde ocurren delitos, pero esto puede cambiarse con la ayuda de la comunidad. La profesora Jennifer Wolch, decana de la Facultad de Diseño Ambiental de la Universidad de California, Berkeley, señala que dada la proximidad de los callejones a muchos residentes de la ciudad, esto significa que “pueden convertirse en algo bueno para las comunidades”, lugares para realizar actividad física. “Las personas necesitan tener acceso [a los parques] dentro de un radio de un cuarto de milla, de lo contrario no usarán el espacio de parques”, dice.
Promover la seguridad
La presencia policial y la iluminación son dos factores importantes para garantizar la seguridad, señala Wolch, pero planificar y organizar eventos también es muy importante. “Cuando las personas realizan actividades en los callejones, juegan y andan en bicicleta, y se sientan a socializar con los vecinos, estos también son aspectos importantes para mantener el lugar seguro”, agrega Wolch. Desde la renovación del callejón entre las calles Mathews y Penrith, los vecinos señalan que ahora sienten que el callejón es más seguro, y que ya no hay graffiti ni se bota basura.
Los residentes cierran el callejón con macetas y celebran fiestas de cumpleaños, proyectan películas y organizan noches de karaoke. Si bien antes se evitaba el callejón, ahora es un lugar donde la comunidad puede reunirse. “Cuantas más personas ocupen el espacio, esto ayuda a que cambien las condiciones que lo convierten en inseguro. Es la visibilidad y presencia de las personas que usan el espacio y que no permiten que lo deterioren y destruyan lo que hace que sea un lugar más seguro para todos”, dice Elizabeth Blaney, cofundadora de Unión de Vecinos.
Espinoza está de acuerdo. “Ahora las personas sienten respeto por este lugar”, dice. “Antes, las personas botaban basura por todos lados y escribían en las paredes. [Ahora] no se animan a pintar graffiti en las paredes porque hay un mural”.
Alma Salcido, organizadora de la comunidad de Unión de Vecinos, señala que los residentes bautizaron el callejón entre Mathews Street y Penrith Drive con el nombre de “Bienestar” como forma de reflejar la meta de la comunidad. “La idea se basó en las necesidades de las personas que viven en este lugar”, dice. “La meta es que la comunidad se sienta mejor”.